Posibilidades

Hijas de Dios

Demanda de señoritas 476605

Se nos ha inspirado en forma especial y puedo darme cuenta de cuan seria es la responsabilidad que tengo de hablaros, por lo que con profunda humildad imploro la guía del Espíritu Santo. Quisiera comenzar diciendo que cada una de vosotras, sean cuales fueren las circunstancias en que os encontréis, sois muy especial. Sois Sus hijas; sois de gran valor e importancia para El y os ama. Sin vosotras, el gran plan celestial fracasaría. Hace pocos días llego a la oficina una carta dirigida al presidente Benson. Desearía leeros parte de ella y después hacer algunos comentarios al respecto. La llamare Virginia.

Al ligero rumor de sus pisadas, que en el silencio de la confusión se percibía claramente, levantose de improviso de entre las piedras del río, la figura de un hombre de aventajada talla, y se oyó distintamente esta exclamación; proferida al mismo tiempo por los dos individuos que mutuamente se reconocían. El mulato la tomó por la mano y haciéndola sentar sobre las piedras de que acababa de levantarse, postrose de rodillas adelante de [7] ella. Aquí en asistencia del cielo y de esta magnífica naturaleza, voy a descubriros mi afectividad todo entero. Vos lo sabéis Teresa; junto a ella he pasado los días de mi niñez y los primeros [9] de mi juventud: dichoso con verla, con oírla, con adorarla, no pensaba en mi esclavitud y en mi oprobio, y me consideraba superior a un monarca cuando ella me decía: «te amo. Así la amaba yo, la adoraba desde el primer momento en que la vi recién nacida, mecida sobre las rodillas de su madre. Yo no osaba ya recibir una mirada de sus ojos, ni una sonrisa de sus labios: trémulo delante de ella un sudor fría cubría mi frente, entretanto circulaba por mis venas ardiente escoria que me consumía. Entonces mi afectividad abrasado de amor y de achares, [12] palpitó también por primera tiempo de indignación, y maldije a la naturaleza que me condenó a una existencia de nulidad y oprobio; empero yo era injusto, Teresa, porque la naturaleza no ha sido menos nuestra madre que la vuestra.

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