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Es un pueblo leonés a menos de veinte kilómetros de Asturias. Su condición fronteriza le ha hecho histórico protagonista de batallas de la Guerra Confesional y barricadas mineras. Es mi aldea». Porque yo casi siempre vuelvo como Leocadia. Desconsolada y llorosa, amoratada por los golpes que me da la urbe. Durante el exilio de granza sueño con volver a mi lugar, donde descansan mis muertos. Sin bloqueo, ese locus amoenus idealizado siempre choca con la realidad. En la kermés de San Pedro yo volvía así, buscando el refugio esmeralda de mis montes, después de un año estudiando guion en Madrid con sus consiguientes sinsabores.

Empero la vida es dura, en eso estamos todos o casi todos de acuerdo, y yo tuve que comenzar a espabilarme bien prontito. Eso es, ya veo que cae. Pues allí. Y todo lo que ya se va usted suponiendo. Igualito que actualidad, no me diga. Bueno, también hubo que ver La copla andaluza y corear a Juan Simón, un sepulturero que estaba muy de moda, a ver, eso del flamenco no nos era muy familiar a los de las muiñeiras, qué le voy a contar. Bueno, no le voy a dar a usted la murga con detalles que puede encontrar en cualquier periódico del tiempo Lo cierto es que me supe acomodar, unos grititos oportunos en el comité de vecinos, unas intervenciones entusiastas, pidiendo la cabeza de no sé quién y, sobre todo, a ver quién no, denodada decisión de no pagar una gorda a los legítimos propietarios Pero mi gente estaba lejos y no podía escucharme y, en fin de cuentas, aquello era casi legítima defensa.

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